
Me lo llevé a recorrer la ciudad y a disfrutar del país, lo pasamos genial, vimos muchas cosas y tengo la maleta llena de historias que compartir aquí en este blog durante las próximas semanas.
Pero luego llega un día en que te das cuenta de que pronto se tiene que marchar, y te empieza a entrar la pena, luchas contra ella pero te vence en el momento en que te fundes con él en un abrazo a la puerta de aduanas, te quedas sin palabras porque si abres la boca solo salen ruidos de la tristeza que en ese momento te llena, te gustaría poder tener el aplomo y la calma para decirle lo bien que te lo has pasado, lo mucho que le quieres y que le echarás de menos.
Aun con esa tristeza de la marcha, sin dudas el sentimiento de recibir a una persona en el aeropuerto no es comparable con nada.
Los expatriados tenemos la suerte de tener un segundo hogar, pero eso es un arma de doble filo, ganas un hogar y te puedes desplazar de uno al otro felizmente pero por desgracia siempre te va a faltar alguien del otro hogar, siempre vas a estar lejos de unos padres o abuelos, te vas a perder la boda de algún amigo, ver a tu hermana crecer o poder darle un beso a tu madre en su 50 cumpleaños. Ser expatriado te da mucho, por un lado creo que amplia tus horizontes, te endurece, te forma, inspeccionas sitios nuevos y haces nuevas amistades y por el otro es como un reto constante, conseguir un trabajo en el extranjero, por básico que sea te llena, pequeños logros te llenan de alegría. Nunca me había enorgullecido de mirar primero al lado de donde vienen los coches al cruzar la calle, nunca me había enorgullecido ir a la peluquería y conseguir el corte que quería, nunca me había enorgullecido de poder conducir... aquí me he enorgullecido de ello.
Mañana es día de elecciones en Australia, pero de eso mejor hablamos en otro momento mejor.
Bonito post, se queda uno tambien sin palabras y eso que no lo he vivido, aunque me entran mas ganas de hacerlo ya de una vez jeje.
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